Remedios para el mal de ojo

2021
Reales Atarazanas del Grao – València
PAM!PAM!20

El mal de ojo es una creencia ampliamente extendida y aún muy viva. Relacionado generalmente con la envidia, lanzado intencionada o desintencionadamente, lo entiendo como una manifestación del poder que le atribuimos a la mirada, y de los efectos que consideramos puede tener en nosotros. Lo relaciono con una tensión escopofóbica, tan presente en la obra de Sartre, quien concebía la mirada como un mecanismo con un poder objetizante y subyugador del otro.

Así, el mal de ojo, una superstición, permite establecer una relación con la mirada intersubjetiva y con las relaciones de poder o no que se juegan en ese intercambio. Encontramos esta tensión ya en la mitología griega, por ejemplo, y de manera repetida: el mito de Medusa, de Argos, de las Grayas y otros demuestran una atención particular a los mecanismos de la mirada y al ojo como símbolo. 
Para repeler el poder del ojo del otro, se han utilizado a lo largo de la historia diversos amuletos para protegerse de sus malos efectos, tales como nazares, espejos, lúnulas, cornicelli, piedras semipreciosas, aceites, sales, cintas rojas, y rituales curativos diversos. Remedios para el mal de ojo juega con algunos de estos amuletos y elementos utilizados para repelerlo y curarlo. El ojo, el cristal, la luz, la cascada, la cortina, las lágrimas, el agua, se unen y concatenan para crear una suerte de amuletos, que insisten una y otra vez en una imaginería del ojo y la mirada, que oscila entre suscitarla y protegerse de ella. 

Así a través del ritual materializado se insiste en esa tensión que nos invita a mirar y a pensar en el mirar, al tiempo que conecta con el ritual social, con la curación y la protección del otro. 

En esa curación del daño entra en juego el símbolo de la luz, el ojo y la lágrima, que en versión cortina o cascada, juegan como manifestación de un llanto, de manera de funciona como un dosel que oculta, una protección de un mal, y una demostración del acto ritual.

Me gusta pensar en que el reverso, o más bien la alternativa al mal de ojo, al poder juzgante y objetizante de un sujeto sobre otro, es la lágrima. El llanto vehicula la emoción, y ofreciendo un escape, nubla la visión, al tiempo que es la manifestación de una conexión sensible y corporal.